Antes de La Verdad de los Domingos
Lo tengo que reconocer, el Teatro Galileo es uno de mis preferidos, creo recordar que no he visto ninguna obra que no, me haya entusiasmado como poco y fue donde conocí Eterno Creón, la mejor obra que he visto y de la que hicimos una reseña en su día (publicidad inside).
Y no sé la verdad de los domingos, pero la de los sábados es que quiero pasar un buen rato.
Vamos dentro de la verdad.
Después de La Verdad de los Domingos
Si el sábado fue la esperanza por ver un buen espectáculo, el domingo es la resaca de la explosión de mentiras en las que nos movemos, una reflexión entre risa y risa sobre nuestras vidas y las falsedades en las que crecen.
Es esa revelación en forma de monólogo genialmente interpretado por Iñigo Asiain del porqué mentimos de forma habitual, de la mentira social y la personal, que consigue trasladar el protagonista de la obra hacia nosotros mismos, un ejercicio de introspección que nos advierte sobre una constante en el ser humano.
'-¿Por qué miente usted?
-Yo no miento.
-Primera mentira de la noche.'
Además de romper la cuarta pared con elegancia y gracia a la hora de interpretar a Héctor Sinisterra, nuestro maestro de ceremonias en el circo de la vida, sabe improvisar con rapidez, habilidad y lucidez, Iñigo Asiain es capaz de hacernos pensar (que ya de por sí es un gran logro) sobre nuestro modo de llevar las relaciones sociales.
La verdad de la obra es mentira. Héctor Sinisterra no existe y su vida está determinada por la mano sádica de un escritor titiritero, interpretado un actor prodigioso, pero ¿acaso no es ésta otra mentira más que nos hace sentirnos bien en nuestra vida?
Es la magia de la mentira. El prodigio del teatro.
Eso es La Verdad de los Domingos.
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