Antes de El Hombre Perfecto
Cita con el cine francés para ver lo que muchas mujeres sueñan, ¿quizá una mezcla convencional y satisfactoria para la mayor parte del universo femenino de George Clooney, Pablo Alborán y Brad Pitt? ¿O algo más arriesgado como Jude Law cantando Supersubmarina bañado en chocolate blanco? Mis filias me distraen, pasemos a ver cómo de perfecto es este hombre.
Después de El Hombre Perfecto
Nos encontramos ante un claro ejemplo de cleptomanía cinematográfica.
Un tipo sin talento para ser escritor le cae por don divino una pedazo de novela a la que pone su nombre y es un éxito. Pero como tiene que haber un nudo en la historia, el pasado se defiende y reclama la propiedad auténtica de la novela. Cosas pasan. Game Over, listillo.
Sí que es casualidad que tenga el mismo argumento que El Ladrón de Palabras, ¿no? Además de este robo sin pudor de guión, es un continuo atraco a la inteligencia del espectador, adornando con recursos que pretenden llamar nuestra atención de forma burda y con mil clichés la historia, mientras nos meten mil primeros planos del careto del prota y cómo le va afectando psicológicamente. Ahí, en ese punto, nos meten más música efectista, por si nos despistamos.
A ver, que yo no me enfado, ¿vale? Hasta ahí quiero decir. Ahí estaba yo, perdiendo el tiempo de una forma tan tonta como cualquier otra hasta que llega esa escena. La escena en la que meten un cadáver en un armario, pasa el tiempo... y nadie se percata del olor. Joder. JODER. Después de soltar un speech sobre el sentido del olfato. ¡Venga ya! Pase lo del chantaje forthelulz del viejo compañero, la movida que se monta de golpearse a sí mismo y crear un agresor imaginario todo por no entregar un trabajo (me recuerda a mis tiempos de colegiala), pero, coño, no me metas un puto discurso de la importancia del olfato si luego duermes al lado de un jodido cadáver y no te das puto cuenta, maldita sea.
Y así, amigos míos, es como se consigue tener taquicardias, migrañas y la vena hinchada de la frente de la Patiño.
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